domingo, 16 de diciembre de 2012

LOS HIJOS DE LA NEVADA


 LOS HIJOS DE LA NEVADA : ¿QUIÉN SE ACUERDA DE ELLOS?

Escribe P.A Wilman Caichihua Robles

Alturas de Siqiña Antabamba- Apurímac

¿Quién se acuerda de ellos? muchos dicen que  nacieron ahí y están condenados a vivir así, pero nosotros les decimos  que las condiciones mejorarían si nos acordáramos de ellos, si le brindáramos oportunidades, si se invirtiera los recursos del estado para mejorar  sus condiciones de vida; es que,  el friaje azota más porque el olvido y la exclusión social es sistemática e histórica.

Estoy  hablando de los niños y niñas que viven sobre los 4 mil metros  de altura en la Región de Apurímac, donde  las nevadas son desiertos gigantescos, donde el frío cortante  llega hasta los huesos, donde los ríos se endurecen  y los pobladores  viven a su suerte.

¿Y el estado llega? Si lo  hace, esporádicamente y con programas asistencialistas que sigue manteniéndoles en la extrema pobreza, está la  escuela con una educación monocultural para una población quechua hablante, hay posta sanitaria en algunos lugares al que acceden pocos por la lejanía de sus hogares.

En muchos casos la escuela unidocente está ubicado en una pampa solitaria donde alrededor no hay población que le de vida, está sólo el profesor y su escuela  que recobra vida con unos cuantos niños pero por unas cuantas horas,  porque los estudiantes llegan a eso de la 9.00 a 10.00 de la  mañana, no porque son tardones sino porque tienen que recorrer  5 a 8 Km. de distancia o quizá más, y eso saliendo muy temprano de sus cabañas e incluso a veces sin tomar desayuno.

¿Quiénes son estos  niños hijos de la nevada? En su mayoría son hijos de  pastores que cuidan los auquénidos de los qapaq o ricos de los pueblos de las zonas bajas, del pastor sólo  son unas cuantas llamas y alpacas, viven del jornal  por el cuidado  de los animales o de la buena dádiva del patrón o el dueño.

Son los niños que tiene a su lado un  maestro desmotivado y casi sin esperanzas, porque el estado y el pueblo se ha olvidado de ellos o quizá el propio maestro ha sido vencido por la rutina y el conformismo, como no va  haber desesperanza cuando se siente sólo abandonado en esas inhóspitas punas, donde su aula es a la vez para él dormitorio y cocina, o vive  junto a algún vecino en un cuartucho con techo de calamina que es un perfecto congelador de donde sale todas las mañanas para preparar su desayuno a sacar agua del riachuelo que también se ha congelado.

Esa es la realidad en que vive el maestro rural y sus alumnos en esas alturas; sin embargo,  se critica mucho  de que los niveles de logro de aprendizaje están por debajo de lo deseado, es que se desconoce esta realidad, entonces, hay la urgente necesidad de plantear  políticas y destinar recursos para que estas condiciones se revierta, para que estos niños y niñas, para que los maestros y maestras bajo estas condiciones ambientales, sean protagonistas del cambio y promotores del desarrollo de  los pueblos.

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