LOS HIJOS DE LA NEVADA : ¿QUIÉN
SE ACUERDA DE ELLOS?
Escribe P.A Wilman Caichihua Robles
Alturas de Siqiña Antabamba- Apurímac |
¿Quién se acuerda de
ellos? muchos dicen que nacieron ahí y
están condenados a vivir así, pero nosotros les decimos que las condiciones mejorarían si nos
acordáramos de ellos, si le brindáramos oportunidades, si se invirtiera los
recursos del estado para mejorar sus
condiciones de vida; es que, el friaje
azota más porque el olvido y la exclusión social es sistemática e histórica.
Estoy hablando de los niños y niñas que viven sobre
los 4 mil metros de altura en la Región
de Apurímac, donde las nevadas son
desiertos gigantescos, donde el frío cortante
llega hasta los huesos, donde los ríos se endurecen y los pobladores viven a su suerte.
¿Y el estado llega? Si lo hace, esporádicamente y con programas
asistencialistas que sigue manteniéndoles en la extrema pobreza, está la escuela con una educación monocultural para
una población quechua hablante, hay posta sanitaria en algunos lugares al que
acceden pocos por la lejanía de sus hogares.
En muchos casos la escuela
unidocente está ubicado en una pampa solitaria donde alrededor no hay población
que le de vida, está sólo el profesor y su escuela que recobra vida con unos cuantos niños pero por
unas cuantas horas, porque los
estudiantes llegan a eso de la 9.00 a 10.00 de la mañana, no porque son tardones sino porque
tienen que recorrer 5 a 8 Km. de
distancia o quizá más, y eso saliendo muy temprano de sus cabañas e incluso a
veces sin tomar desayuno.
¿Quiénes son estos niños hijos de la nevada? En su mayoría son
hijos de pastores que cuidan los
auquénidos de los qapaq o ricos de los pueblos de las zonas bajas, del pastor
sólo son unas cuantas llamas y alpacas,
viven del jornal por el cuidado de los animales o de la buena dádiva del
patrón o el dueño.
Son los niños que tiene a su lado
un maestro desmotivado y casi sin
esperanzas, porque el estado y el pueblo se ha olvidado de ellos o quizá el
propio maestro ha sido vencido por la rutina y el conformismo, como no va haber desesperanza cuando se siente sólo
abandonado en esas inhóspitas punas, donde su aula es a la vez para él
dormitorio y cocina, o vive junto a
algún vecino en un cuartucho con techo de calamina que es un perfecto
congelador de donde sale todas las mañanas para preparar su desayuno a sacar
agua del riachuelo que también se ha congelado.
Esa es la realidad en que vive el
maestro rural y sus alumnos en esas alturas; sin embargo, se critica mucho de que los niveles de logro de aprendizaje
están por debajo de lo deseado, es que se desconoce esta realidad, entonces,
hay la urgente necesidad de plantear
políticas y destinar recursos para que estas condiciones se revierta,
para que estos niños y niñas, para que los maestros y maestras bajo estas
condiciones ambientales, sean protagonistas del cambio y promotores del
desarrollo de los pueblos.
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