La líder asháninka Ruth Buendía Metsoquiari recibió el Premio Ambiental Goldman junto a otros 5
líderes medio ambientales del mundo. Ruth
es directora de la CARE Central Asháninka del Río Ene y representa a unos 10
mil asháninkas.
Los valles de la cuenca del río Ene han sido
refugio para miles de familias asháninkas que fueron desplazadas por el
terrorismo. La Comisión de la Verdad y la Reconciliación calcula que, de 55 mil
asháninkas, cerca de 10 mil fueron desplazados forzosamente de sus valles. Unos
6 mil murieron, cerca de 5 mil fueron secuestrados por Sendero Luminoso y más
de 30 comunidades nativas desaparecieron. El padre de Ruth murió cuando ella
tenía 12 años, víctima de la violencia, y ella fue enviada a Lima por su madre
por seguridad. Pero un día volvió y decidió que no se iba a quedar cruzada de
brazos, pues todavía había mucho por hacer en su tierra.
En el
2009, en plena actividad con la CARE para sacar a su pueblo de la pobreza y de
caer en manos del narcotráfico, haciendo un enorme esfuerzo por promover
cultivos alternativos como el cacao y el ajonjolí, Ruth se enteró por terceros
(pues la población no había sido informada ni consultada) que el Acuerdo
Energético Perú Brasil firmado por Alan García e Inazio Lula da Silva en el
2008 amenazaba con inundarlos y desplazarlos. El acuerdo energético promueve la
construcción de 15 centrales hidroeléctricas en zonas de gran biodiversidad de
la amazonia peruana, para llevar electricidad a Brasil y que Perú herede la
infraestructura al cabo de 30 años. Dos de esos proyectos, el de Pakitzapango y
el de Tambo 40, iban a afectar directamente a sus territorios.
“Se reunían las autoridades y no
nos convocaban como CARE pero fuimos igual. Nosotros hemos averiguado, nos
hemos asesorado y hemos constatado el impacto que iba a haber si se construía
la hidroeléctrica, al lado de la Reserva Comunal Ashánika y el Parque Nacional
Otishi”, Recuerda Ruth.
En
esa zona viven unos 8 mil asháninkas en 10 comunidades. Nadie había tomado en
cuenta su presencia. Como presidenta de la CARE y con el deber de velar por el
derecho colectivo, Ruth pidió información al MINEM y a los gobiernos locales.
Pero la lideresa asháninka dice que el MINEM no les dio información, solo le
dijo que necesitaban la inversión para salir de la pobreza. El proyecto
pretendía instalarse sobre territorio titulado, inundar miles de hectáreas de
cultivos, alterar el cauce del río Ene para convertirlo en un gran embalse
donde mueren las plantas y los peces producto de los gases que se generan en
tierras inundadas, y desplazarlos a vivir en las partes altas. “Finalmente, después de mucho luchar por hacer escuchar nuestra voz, logramos reunirnos con Odebrecht, la empresa
concesionaria del proyecto, y les manifestamos que nos oponíamos a la
hidroeléctrica y que no iban a tener licencia social. Ya sin licencia social,
Odebrecht tuvo que retirarse. Aun así estamos atentos, promoviendo nuestro
propio desarrollo de acuerdo a nuestra realidad. Estamos dentro del VRAEM y
tampoco queremos dedicarnos al narcotráfico. Por eso buscamos fondos para
nuestros proyectos de cacao orgánico y ajonjolí. Necesitamos proyectos
amigables con el medio ambiente. El desarrollo tiene que servir para bajar la
pobreza y el analfabetismo. El Estado debe tener en consideración la cultura
que tenemos acá, que no se corrompa nuestra vivencia, ya hemos vivido demasiada
violencia y tenemos derecho a progresar en paz. Hemos crecido económicamente como
país y eso es muy bueno pero nosotros no tenemos profesores, los puestos de
salud no están implementados, nuestros niños sufren tuberculosis y desnutrición
crónica”.
Hoy
su inspiradora historia la ha hecho merecedora del Goldman Environmental Prize
2014, un premio que se otorga anualmente a héroes del medio ambiente
provenientes de cada una de las seis regiones continentales habitadas en el
mundo. Ruth Buendía fue premiada para
América Central y del Sur. Son 175 mil dólares a título personal.
Le preguntaron qué piensa hacer con ellos. Con
una parte financiará la carrera de ingeniería ambiental que quiere seguir su
hija mayor, con otra mejorará sus condiciones de vida como se lo merece, y una
parte la destinará a seguir en su lucha como directora de la CARE, pues todavía
hay mucho por hacer.
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